Hay personas y figuras en la vida de cada uno que son referencia y que nos ayudan a vivir con sentido, y a ellas acudimos cuando necesitamos ayuda o consejo en nuestro caminar, o cuando necesitamos cargar las pilas. Hoy os quiero hablar de una persona, un santo que es referencia para mucha gente de diferentes razas y culturas, y en todas las partes del mundo.
Se llama San Martín de Porres aunque mucha gente lo conozca por Fray Escoba y. el papa Juan XXIII lo llamará Martín de la Caridad. Este personaje fue canonizado el 6 de mayo de 1962, nació en Perú un 9 de Diciembre de 1579. Fue un fraile dominico querido y amado por todos: por su humildad, por su amor y su caridad.
En él encontramos a una persona que dio de comer al hambriento y de beber al sediento; que visitó al enfermo, atendiéndole en sus necesidades; que acogió a todas las personas que a él se acercaron, fueran de donde fueran. También le vemos con los presos. Siempre estuvo con todos los que le necesitaron siguiendo las palabras de Jesús: Lo que hagáis con mis hermanos más pequeños conmigo lo hacéis. Toda su vida estuvo dedicada al servicio a sus hermanos de comunidad y a las personas más necesitadas, tal y como afirma el Evangelio.
No podemos entender la vida de Martín sin conocer sus tres amores: a Cristo crucificado, a la virgen del Rosario y a Santo Domingo de Guzmán. O sus tres pasiones: la humildad, la penitencia y la caridad (particularmente con los pobres y enfermos). A continuación vamos a referirnos a esta última pasión: la caridad. Y lo vamos a hacer siguiendo el texto del capítulo veinticinco de San Mateo sobre el Juicio Final .
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber
De pequeñito, cuentan de Martín que cuando iba al mercado, a hacer los recados que le encomendaba su madre, llegaba con frecuencia a casa con la cesta vacía “pues no podía ver las miserias y necesidades de los más pobres sin tratar de remediarlas”.
Igualmente, siendo ya fraile dominicos, ocurría que muchos de los pobres de la ciudad, llegaban al convento sabiendo que allí les darían de comer. Por eso en la portería del convento había un comedor para todos aquellos que no tenían que llevarse a la boca. Fray Martín ayudaba en la atención a la gente que llegaba.
Porque estuve enfermo y me visitasteis
Quizá hay algunos encargos que parecen estar hechos a la medida de las personas que los realizan. En fray Martín ocurre esto con el cargo de enfermero, oficio al que accedió tras hacerse fraile como enfermero de la casa. Y tanto el cuidado como la preocupación de fray Martín para con los enfermos le trajo el cariño y la admiración tanto de sus hermanos como de toda la gente a la que él atendió.
El oficio de enfermero requería mucha paciencia y mansedumbre, ya que el enfermo no siempre está de buen ánimo o humor; y exige por ello mucho amor -pues el enfermo necesita cariño aunque algunas veces no tenga muchas ganas de recibirlo-; también precisa de mucha entrega ya que el enfermo necesita cuidados y atenciones que en muchas ocasiones suponen sacrificio y abnegación. Pero sobre todo requiere de mucha alegría y sentido del humor para ayudar a los enfermos a salir un poco de su propio dolor. Todas estas cualidades que hemos enunciado las tenía el bueno de fray Martín.
Recordamos las palabras de fray Salvador Velasco en su libro sobre este santo cuando afirma: “Iba de celda en celda, visitando uno por uno a los enfermos, siempre con un saludo en los labios, lleno de jovialidad… Y cada uno le exponía su necesidad y aflicción. Él benignamente, en cuanto podía la remediaba, “considerando a Dios en ellos, por Quien lo hacía”.
Hay que decir que su radio de acción no quedó reducido tan sólo al convento sino que se extendió a toda la ciudad de Lima, en la que él vivió.
El oficio de enfermero, dice mucho de san Martín de Porres cuya vida fue para los demás. Cuando uno está enfermo se siente limitado por la propia enfermedad y atado en muchas ocasiones por ella. Fray Martín simboliza como enfermero cuidadoso ese aire fresco en la enfermedad con sus ayudas físicas y espirituales, ayudando en la curación o aceptación de la misma. En ambos casos, experiencias de liberación y vida.
Porque estuve desnudo y me vestisteis
También se encargó nuestro santo de la ropería. Un cargo muy relacionado con el de enfermero. Se encargó del orden y del aseo de sábanas, mantas, mudas y hábitos. De esto dependía también el buen estado y la dignidad de los enfermos. Además aprovechó este cargo para ayudar también a los pobres que llegaban al convento y que necesitaban de ropa. Como dice Salvador Velasco “vistió a los pobres”, a los necesitados.
Porque estuve en la cárcel y vinisteis a verme
Nadie se veía privado de su atención ya que para él no había ninguna persona indigna de su caridad y protección. También ayudó a los presos tanto por medio de la limosna como por medio de la intercesión evitando, por medio de la misma, que algún preso sufriera la pena capital o pena de muerte. “En los presos veía a Jesucristo, pues El mismo se puso en lugar de ellos al decir: “Estuve preso y me visitasteis”. Y fray Martín podía añadir: -Señor, estabais preso y necesitado y os socorrí en aquellos desgraciados que me pidieron una limosna”.
Porque fui forastero y me acogisteis
Quizá no podamos ver aquí el problema de la inmigración actual pero sí que podemos ver la acogida que fray Martín dispensó a todas las personas que llegaron al Perú de su época y que se acercaban al convento. También atendió a las personas con las que se encontró.
“Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando y sangrando a los enfermos, dando limosna a los españoles, indios y negros, que a todos los quería, amaba y curaba con singular amor y caridad”. Españoles, adultos y jóvenes, llegados al Perú en busca de una nueva vida o de gloria y que se veían en la indigencia. Indígena, que siendo los habitantes naturales de aquellas tierras ser ven reducidos. Y negros llegados a las tierras de América, en muchos casos, como esclavos. A todos acogía porque para fray Martín todos tenían la misma dignidad porque todos eran hijos de Dios.
Una invitación a vivir la compasión y vivirla con pasión
San Martín de Porres nos invita a ponernos en el lugar del otro, especialmente de los más desfavorecidos. Nos invita a dejarnos traspasar por la realidad con la que nos encontramos compartiendo las alegrías y las tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y finalmente nos invita a tener una actitud activa ante esta realidad, comprometiéndonos y siendo solidarios con los que menos tienen.
Texto de Javier Aguilera