A finales de 1885, en Ocaña, una señora viuda sin hijos, Doña Valentina García Suelto, decidió comprar un antiguo convento casi en ruinas, restaurarlo y transformarlo en un moderno colegio en el que se fomentara la educación de calidad, queriendo que lo dirigieran religiosas dominicas.
Para ello pidió ayuda a los frailes dominicos del convento de Ocaña quienes la informaron de la existencia de religiosas dominicas de la enseñanza en Pamplona y en Huesca. Doña Valentina encargó a los frailes que fuesen ellos quienes hicieran las gestiones para hacer realidad el proyecto del colegio.
Los frailes visitaron a las hermanas de Pamplona, y consiguieron que la Madre Josefa Alzúa fuese hasta Ocaña con tres religiosas más para lanzar el proyecto del colegio.
A partir de ahí comenzaría el proyecto que andando el tiempo se convertiría en la Congregación de las Dominicas Misioneras de Santo Domingo, al principio en Pamplona, después en Ocaña con aquel proyecto de Colegio -que no salió del todo bien…-, después en Madrid y desde ahí… ¡el mundo entero!
Aquellas hermanas se sintieron pronto vinculadas a los frailes con los que habían comenzado el proyecto de Ocaña, frailes misioneros de la Provincia del Rosario de los Padres Dominicos, y adoptaron el carisma misionero haciendo voto de ir a “las Misiones de Ultramar.”
Durante casi 50 años trabajaron juntos en las misiones de China y Japón a donde iban después de pasar por Filipinas. Al igual que los frailes, tampoco se consentía la fundación de nuevas casas en España pues su trabajo estaba en las misiones.
Desde el 30 de abril de 1934, en que tras el Primer Capítulo General en Manila, quedó constituida la Congregación de Religiosas Misioneras de Sto. Domingo, con carisma específicamente misionero, ha ido aumentado el número de hermanas hasta las 600 que en la actualidad lo forman. 600 hermanas que juntas forman una preciosa vidriera multicolor que deje pasar la luz a través de su vida:
· Los mil colores de sus apostolados que se encarnan en los diferentes países. Enseñando desde niños en educación infantil hasta universitarios, atendiendo en residencias a estudiantes y ancianos, en orfanatos, en la pastoral rural, los niños de la calle, los inmigrantes y los refugiados.
· Los mil colores de la riqueza que suponen la variedad de culturas, la diversidad de lenguas, los distintos estilos de vida que confluyen haciendo “unidad en la diversidad” en nuestros lugares de misión: España, Italia, Filipinas, Japón, Taiwán, Islas Marianas, China, Corea del Sur, Tailandia, Camboya, Vietnam, Myanmar, USA, Chile…
· Los mil colores de una Congregación universal que trabaja sin límites geográficos allí donde la Iglesia la necesite.